Encuentros que reencuentran…
Imágenes que vuelven…
Frases que resuenan…
…Y el tiempo… “el implacable”, pareciera detenerse en determinados momentos, instantes, escenas…
Y los recuerdos, aun “guardados”, se hacen presentes…
…E inevitablemente se reviven aquellas sensaciones encontradas, entre “calambres en el alma” y “lecciones de vida”…
…Y un “Hola, Seño” después de 10 años… fue casi demasiado…
Volví entonces a ese barrio, a ese apoyo escolar…me “re-encontré” en ese espacio…y en eso, fue ineludible recordarlas a ellas…a Magui y Rosita… y las ví una vez más, corriendo y sonriendo como llegaban cada sábado, con la misma alegría con las que yo las esperaba…
Corriendo quizás al encuentro, o tal vez huyendo (por un rato al menos), de un contexto caracterizado por necesidades insatisfechas, luchas despiadadas por la sobrevivencia diaria, violencia que se volvía cotidiana…
Así también, tuve que recordar aquel llamado…
…Y sentí el mismo escalofrío en el cuerpo, la misma bronca, esa indignación que interpela y moviliza… esa sensación de vacío y ahogo que generan las pérdidas…y más aun, aquellas que envuelven la terrible certeza de que podrían haberse evitado…y “lo poco que es mucho al lado de la nada” que no vale ni como consuelo…
Y el silencio, como en ese instante, me sostuvo otra vez… No pude decir nada, solo procuré aferrarme al poco oxígeno que sentía en el cuerpo…¿cómo y qué responder?...me estaban diciendo, estaba escuchando, que en un “accidente”…habían matado a una de mis nenas…
Fue una de las pocas noches en las que no pude conciliar el sueño, una de las primeras veces en las que sentí dolor por una situación que excedía “lo personal”…quizás fue la primera vez, que viví en cuerpo y alma lo injusto, que sentí la imperiosa necesidad de encontrar respuestas, la desesperación que desgarra… ésa que genera la impotencia…el desgano, la tristeza…
Sin embargo, había que seguir…Rosita nos seguía esperando…teníamos que contener a esta nena que con sus 7 años, había perdido a su hermanita de 5 años…
Y recordé aquel encuentro, el calor de ese abrazo y la única pregunta que me hizo:
-“Mientras Magui descansa, ¿vamos a seguir jugando?"
Pareciera una simple pregunta…sin embargo, para mí fue un imperativo…no podía permitirme abandonar el juego…
Tal vez ella no recuerde lo que dijo, ni siquiera sepa que significó para mí (como para otros tantos)…pero fue ella, con sus 7 añitos, quién “me dio una de las lecciones más importantes para la vida”, me enseñó a no dejar de querer jugar nunca…y menos aun, cuando hay otros tantos que “han sido obligados a descansar”.